Forman la familia de pájaros más común en nuestras arboledas; revuelan por todo tipo de hábitats donde haya algo de cobertura arbórea, ya sea un bosque de montaña, un seto o una calle arbolada. Son además muy conocidos. Quizá no todo el mundo sepa lo que es un lúgano, o un camachuelo. Pero todos conocemos a los jilgueros, los verderones y los canarios.
Son los fringílidos. Unas aves rechonchas,
con un gordo pico adaptado a comer semillas y unos cantos siempre
potentes, melódicos, formados por rápidos y decididos parloteos
encadenados.
Algunos de los pájaros más abundantes son fringílidos. El pinzón
vulgar, por ejemplo, es una especie predominante en casi cualquier
bosque europeo. Los pinzones abren la primavera con un canto impetuoso,
como una cascada de voz que empieza con unas notas titubeantes que
encadenan con un trino descendente. Pero mejor que describirlo es
escucharlo en la grabación.
El color verde domina en el plumaje de muchos fringílidos. Tanto que
algunos hasta lo llevan escrito en el nombre: los verdecillos, con una
voz que parece una sacudida nerviosa, y los verderones, de trino más
pausado.
También los lúganos son verdes, con capirote negro los machos. La
mayoría de los fringílidos están ya criando, lo que significa que han
deshecho los bandos y cada macho canta por su cuenta. Pero algunos
lúganos todavía no se ha enterado y siguen en grupo, parloteando de aquí
para allá.
No todos los fringílidos tienen voces adornadas. La nota simple del
grupo la pone el camachuelo común, con un silbido corto, triste y
melancólico. Más rara aún, ajustada a su nombre, es la llamada, como de
instrumento de juguete, de los camachuelos trompeteros.
Un lúgano sobre una rama desnuda en las inmediaciones de Valsaín (Segovia). | Carlos de Hita.
Si los verdecillos y verderones eran verdes, los pardillos está claro
de qué color son; y el plumaje de los jilgueros los tiene casi todos.
Unos y otros compiten al enrevesar sus parloteos, con clara ventaja para
los segundos. Ante ellos palidece la voz de los piquituertos.
En otros bosques, más templados, más al sur, se escuchan otros
fringílidos. En los pinares canarios cantan los pinzones azules, hasta
no hace mucho conocidos como pinzones del Teide. Y de casi cualquier
mata arbustiva brota el familiar parloteo del canario silvestre, un
pájaro que no se sabe si da o toma el nombre de las islas en las que
vive.
en el Mundo.esAutor : Carlos Hita
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