3 de novembro de 2018

monasterio de San Miguel de los Reyes



El monasterio de San Miguel de los Reyes (en valenciano, Sant Miquel dels Reis) se sitúa en la ciudad de Valencia (Comunidad Valenciana, España), en el barrio de Els Orriols. 
Fue fundado en el siglo XVI por Fernando de Aragón, duque de Calabria, sobre un antiguo monasterio de la Orden del Císter. Es una importantísima obra del Renacimiento valenciano que según algunos autores puede ser considerado como precedente del monasterio de El Escorial, siendo como éste, monasterio jerónimo, foco cultural e iglesia conmemorativa de la memoria de su fundador. Después de su desamortización el edificio tuvo varios usos civiles, siendo durante muchos años una cárcel.
Se trata de un conjunto arquitectónico levantado según las nuevas directrices del Renacimiento y en el mismo participaron importantes arquitectos, maestros de obra y artistas de su tiempo

Este monasterio es una obra excepcional del panorama artístico valenciano. Lo fue su proyecto, que introdujo indagaciones que se venían elaborando principalmente en el ámbito cortesano, y también la obra construida, que como sucede frecuentemente es un cúmulo de experiencias que se añaden y sustituyen. El resultado es fruto de la abadía de sant Bernat de Rascanya, fundada por fray Arnaldo Saranyó en 1381, de la traza inicial de 1546 y de la suma de otras parciales, que principalmente se adscriben a la época clasicista y fueron aportadas por maestros de ascendencia francesa, así como por monjes y legos.1
La fundación del monasterio fue debida a la intención de doña Germana de Foix, esposa de don Fernando de Aragón, duque de Calabria, de ser enterrada, junto a su marido, en un monasterio jerónimo. El padre José de Sigüenza narra que con este propósito escogieron los Duques un lugar en las cercanías de Valencia, en el camino real de Murviedro, en el que existía un monasterio de la Orden del Císter que se encontraba en decadencia espiritual y material. De este primitivo monasterio solo se conservan restos arqueológicos.
El Papa emitió una bula de traspaso de la antigua propiedad, pero en 1535 murió doña Germana, siendo su cuerpo trasladado al monasterio de Nuestra Señora de Jesús de Valencia, a causa del estado ruinoso de aquel monasterio.
Con el fin de cumplir los deseos de su esposa el duque se trasladó al monasterio jerónimo de San Bartolomé en Valladolid, donde tenía sede la corte, y pidió a los monjes que se establecieran en Valencia. Por decreto de Paulo III, a instancias del duque, se suprimía el antiguo monasterio de San Bernardo en 1544 que a partir de entonces pasaba a pertenecer a la Orden jerónima con el nombre de San Miguel de los Reyes.
El duque trajo a Valencia a dos importantes arquitectos del momento: Alonso de Covarrubias y Juan de Vidaña. Según el padre José de Sigüenza realizaron «una buena traza del monasterio e Iglesia, que si de todo punto se executara, y el Duque tuviera más larga vida, fuera una de las más valientes cosas que tuviéramos». La traza llegó a verla Orellana que declaró que estaba firmada por Covarrubias. Éste regresó a Toledo, y la obra fue comenzada por Juan de Vidaña.
La primera piedra fue colocada en 1548 por el obispo y el duque y llevaba grabadas las armas de su fundador. La muerte del duque acaeció en 1550 legando al monasterio su dinero, alhajas y su riquísima biblioteca. Este legado hubiera servido para la continuación de las obras, pero su palacio fue saqueado la misma noche de su muerte.
Las obras del monasterio se continuaron veinte años después con menor disposición económica. Los monjes que hasta este momento carecían de dependencias monásticas propias, consideraron oportuno sustituir la traza del alzado del claustro por un diseño de menos ornato y para ello tomaron como modelo el patio de los evangelistas de El Escorial, que reprodujeron con mínimas variantes y con menor dimensión.
La construcción del monasterio se prolongó durante el siglo XVII, iniciándose la iglesia del monasterio a partir de 1601. En el siglo XVIII se hicieron obras en la cripta, en algunos altares y se promovió la edificación del claustro del lado del norte de la iglesia.
El claustro norte no se llegó a concluir, pese a los intentos del monje Fray Francisco de Santa Bárbara, quien según Llaguno «trazó y dirigió el nuevo claustro de este monasterio, cuyos planes, cortes y alzado aprobaron el 8 de abril de 1763 su tío Fr. Josef (Pina), Vicente Gascó y Mauro Minguet». Se llegó a construir el ala este, una nueva parte de la torre nordeste, con sus balcones de la primera planta y la mitad de las cimentaciones del ala norte y de las alquerías claustrales.
La obra realizada fue importante pero se desconoce el motivo de su paralización.
En 1802 se erigió frente a la fachada de la iglesia una portería al borde del camino Real de Murviedro para recibir, según rezaba una lápida conmemorativa, la visita de Carlos IV y María Luisa de Parma. En 1811 los frailes abandonan el monasterio ante la inminente llegada de las tropas francesas, permaneciendo deshabitado hasta 1814. El edificio quedó algo deteriorado pues se conoce que la comunidad religiosa se vio obligada a hacer algunas reformas después de su regreso. En un acta capitular de 1814 se acuerda «se derribe el claustrillo viejo y demás obras contiguas a aquél por amenazar ruina».
En 1821 la desamortización del trienio liberal suprimió la comunidad jerónima. El edificio, según la Real Orden de 2 de julio de 1821 se habilitó como Casa de Beneficencia y Corrección. En 1823 se produjo el regreso de los frailes, que realizan algunas obras menores. En 1835 se produce la exclaustración definitiva, pasando el monasterio y sus propiedades a manos del Estado.

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