6 de abril de 2007

Origen de la palavra flamenco/origem da palavra flamenco




Según las ideas más difundidas, en los principios no había baile ni guitarra, sólo cante, de forma que se ha llegado a pen­sar que el primer palo de la historia fue la toná, y que ésta se asentó en el triángulo formado por Triana, Jerez y Cádiz.Sin embargo, tras una lectura profunda de la obra La Gitanilla, de Cervantes, se puede observar que, a menos que el célebre escritor hubiera contado una historia fruto de su imaginación, la primera disciplina flamenca fue el baile, como lo ratifica el personaje de Preciosa, una joven bailaora que se ganaba la vida haciendo danzas de corte andaluz a la que se subyugaban tanto el acompañamiento musical como el vocal, ambos enlazados para realizar los llamados corridos gitanos.
A comienzos de esta novela ejemplar cervantina se puede leer: «Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama,). La obra, escrita a principios del siglo XVII, crea el primer precedente no oral en el estudio de los orígenes flamencos. Pero no se pueden lanzar las campanas al vuelo: el carácter novelesco de la historia le resta realismo, por lo que el dato no puede ser considerado como empírico. Sin embargo, hacia 1740 hay que señalar la existencia de un libreto manuscrito por un tal Bachiller Revoltoso que nos cuenta una crónica en la que señala cómo la nieta de Balthasar Montes (el gitano más viejo de Triana) iba a bailar con instru­mentos de cuerda y percusión a las casas nobles de Sevilla. El mismo autor da cuenta de la crueldad con que las tropas de Castilla tratan a la población de Triana con motivo de «La Prisión General de los Gitanos», dictada en 1749.
No obstante, la misma diatriba que con La gitanilla surge con la lectura de Cartas marruecas de José Cadalso, en 1789, una serie de epístolas que un moro llamado Gazel Ben-Aly envía a su amigo Ben-Beley.


En esta obra el escritor describe una juerga gitana en un cortijo liderada por el Tío Gregorio, dato que corrobora la existencia de una música peculiar y diferenciadora en Andalucía. Hacia 1820 esto se confirma con la aparición en un periódico de Cádiz de la noticia de que en el Teatro del Balón Antonio Monge hará los cuatro polos (el de Ronda, el de Tobalo, el de Jerez y el de Cádiz) y en 1885 la señorita Sejuela, en el salón Barrera de Sevilla, bailará por soleá. Finalmente, el Baile en Triana que describe Serafín Estébanez Calderón en sus Escenas andaluzas (1862), donde se encuentran los cantaores El Planeta y su alumno El Fillo, cierra el círculo en torno a las conjeturas sobre el origen del flamenco.
A partir de este momento hay una conclusión clara: el género tiene más de dos siglos de vida, algo que se confirma cuando Demófilo funda la flamencología publicando en 1882 su Colección de cantes flamencos.

Origen de la palabra flamenco


Otro de los aspectos que hacen que este arte sea un verdadero misterio radica en definir cuál es la procedencia exacta del término «flamenco». Existen múltiples teorías acerca de la génesis de este vocablo, aunque quizás la más difundida es la defendida por Bias Infante en su libro Orígenes de lo flamenco y secretos del cante jondo. Según el padre de la Autonomía Andaluza, la palabra «flamenco» deriva de los términos árabes felah-mengus, que juntos significan «campesino errante». También llegó a tener muchos adeptos la curiosa teoría que afirmaba que flamenco era el nombre de un cuchillo o navaja. No en vano, en el sainete El soldado fanfarrón, escrito por González del Castillo en el siglo XVIII, se puede leer: «El melitar, que sacó para mi esposo, un flamenco». En otra copla recogida por Rodríguez Marín dice: «Si me s'ajuma er pescao / y desenvaino er flamenco / con cuarenta puñalás / se iba a rematar el cuento».

Sin embargo, esta hipótesis no ha llegado a trascender, como tampoco lo hizo en su día la que sentenciaba que el nombre se le había dado al género por el ave llamada flamenco. La autoría de este precepto se debe también a Rodríguez Marín, que justificó la idea argumentando que los cantaores practicaban el cante vestidos con chaqueta corta, eran altos y quebrados de cintura, por lo que se parecían al ave zancuda del mismo nombre.


Como las anteriores, también sigue sin corroborarse la teoría liderada por expertos como Hipólito Rossy o Carlos Almendro en la que se afirma que la palabra flamenco se debe a que la música polifónica de España en el siglo XVI se acrecentó con los Países Bajos, es decir, con la antigua Flandes. Esta teoría fue también defendida, aunque con matices, por el viajero romántico George Borrow y por Hugo Schuchard, entre otros. Según estos escritores, antiguamente se creía que los gitanos eran de procedencia germana, lo que explica que se les pudiera llamar flamencos.
Finalmente, existen dos hipótesis menos comprometidas, pero bastante interesantes. Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, dice que «los gitanos llaman gachós a los andaluces y éstos a los gitanos los llaman flamencos, sin que sepamos cuál sea la causa de esta denominación». Y Manuel García Matas afirma: «Flamenco procede del argot empleado a finales del siglo XVIII y principios del XIX para catalogar todo lo que significa ostentoso, pretencioso o fanfarrón o, como podríamos determinar de forma genéricamente andaluza, "echao p'alante"».


Al margen de las claves que la historia de la literatura ha aportado para el estudio del origen del flamenco, existen datos, muchos aún sin demostrar, que hablan de antiquísimos flamencos. No se puede obviar la referencia a una figura que durante mucho tiempo se pensó que fue el primer cantaor de la historia: el jerezano Tío Luis de la Juliana , nombre que creó muchos conflictos entre los flamencólogos de antaño, pues nunca se llegó a un acuerdo sobre su biografía. Hoy esa discusión es intrascendente, ya que sigue sin demostrarse siquiera que existió.

Ahora bien, de quienes sí se tiene referencia cierta es de los primeros artistas del siglo XVIII en Triana, que junto con Jerez y Cádiz es el enclave en el que el flamenco deja de ser una expresión folclórica para convertirse en un género artístico. Hay que citar a cantaores como El Planeta, que aunque parece ser que nació en la Bahía de Cádiz -se cree que en Puerto Real-, desarrolló todo su arte en el arrabal sevillano cantando por seguiriyas -de su propia creación- y por tonás. Su principal alumno fue El Fillo, gitano también procedente de tierras gaditanas que mantuvo una relación amorosa con La Andonda , a la que llevaba muchos años de diferencia. Probablemente fuera esta mujer la primera en cantar por soleá, aunque existieran otras familias cantaoras en Triana, como los Pelaos y los Cagancho, a las que se les puede atribuir este palo. En un principio la soleá surgió como cante bailable, hasta que los alfareros del barrio sevillano comenzaron a hacer estilos sin acompañamiento no sujetos a compás. En aquella época también se cantaba por romances y por martinetes, estilos entroncados con la toná. Paralelamente, en Jerez y Los Puertos se desarrollan importantes núcleos flamencos. Para la historia queda el nombre de Paco la Luz , mítico seguiriyero del que descienden casi todos los grandes cantaores

jerezanos, tanto como del Loco Mateo, Manuel Molina, Diego el Marrurro, Joaquín Lacherna o Mercé la Serneta , que luego se trasladaría a Utrera. y en la Bahía hacen historia El Ciego la Peña , Curro Durse, Enrique el Gordo o Enrique Jiménez Fernández el Mellizo. Sin embargo, aquella etapa, llamada «hermética» por Ricardo Molina y Antonio Mairena en su libro Mundo y formas del cante flamenco, sigue siendo una incógnita para los estudiosos, pues hay pocos documentos escritos que aporten luz a los análisis. Poco después, en cambio, todo se transformaría. La herencia que un niño llamado Silverio Franconetti recibió de El Fillo en Marón de la Frontera sería clave para el futuro de un género que hasta entonces no había salido de las fiestas particulares.

Jan Kubelik plays "Zephyr" by Hubay